Actualmente en México se
vive un estado de violencia que ha venido deteriorando desde ya hace muchos
años la armonía social. Se podría decir que este declive comenzó en el 2006 con
la llamada «guerra contra el narcotráfico» que emprendió el gobierno del ex-presidente
Felipe Calderón Hinojosa. Si bien esta guerra condujo a la captura de varias
cabecillas del narcotráfico en México, también dejó a su paso una estela de
muerte. 60,000 muertos aproximadamente. Ha esto se le suma la atmósfera de
terror en la que se sumió México mientras esta guerra se libraba.
Cuando el actual
presidente, Enrique Peña Nieto, asumió el cargo, se esperaba un cambio
inminente en las tácticas que emplearía el gobierno para combatir la
inseguridad y la violencia en México. ¿Cómo ha funcionado esto? Recientemente,
el Gobierno mexicano informó que los homicidios presuntamente relacionados con
la delincuencia organizada bajaron un 14 por ciento en los primeros cuatro
meses de la presidencia de Enrique Peña Nieto. Esto se traduce en 4,249 muertes
en cuatro meses; comparadas con las 4,934 muertes que ocurrieron durante
diciembre del 2011 a marzo del 2012, la diferencia es apenas discernible.
En el tema de
secuestros el comparativo se hizo respecto a los últimos cuatro meses del
Gobierno anterior -de agosto a noviembre del 2012- cuando hubo 733 casos,
mientras que de diciembre del año pasado a marzo de este año fueron 551 los
raptos, cifras que muestran una disminución del 25 por ciento en ese delito.
A pesar de estos
pequeños progresos, también hay que tomar en cuenta que tres ciudades de México
(Acapulco, Torreón y Nuevo Laredo) se encuentran clasificadas entre las 10
ciudades más peligrosas del mundo. En la más peligrosa de estas, Acapulco, se
registran 143 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Los números sobre la criminalidad en México son
entre los peores del Hemisferio Occidental, y de acuerdo con Latinobarómetro,
más del 40 por ciento de los mexicanos dicen que ellos o algún familiar han
sido víctimas de la violencia.
La falta de una policía honesta, déficit
histórico, se paga ahora con miles de vidas al año y el desgarro del tejido
social. Este número ofrece un acercamiento a las causas de la violencia, pero
también a las propuestas de solución; un llamado al análisis en profundidad,
pero también una denuncia de los lugares comunes que se repiten en los medios;
una lectura global del problema, pero también un estudio de sus manifestaciones
concretas más peligrosas.
La situación que hemos considerado hasta aquí,
nos hace constatar una vez más «que algo está mal y no funciona en nuestra
convivencia social y que es necesario exigir y adoptar medidas realmente
eficientes para revertir dicha situación». Debemos ir más allá
en nuestro análisis, no podemos quedarnos en la descripción de las principales
actuaciones del crimen organizado que diseminan el clima de violencia, hay que
actuar asumiendo nuestra responsabilidad social y vigilar que las instancias
públicas asuman la suya. Para ello es necesario ir a la raíz de los graves
males que aquejan a la sociedad.
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